Por Adrián Malvasi
Lic. en Gestión Educativa - Músico
Procesos educativos en organizaciones sociales reguladas
Partamos de una base común: la educación tradicional está en crisis y la escuela como dispositivo educador resulta cada vez más obsoleta y reproductora de las desigualdades que pretende reducir. El saber ya no está entre-muros, el docente no es la única (tal vez ni siquiera es) fuente de conocimiento y en nuestro país dejó de cumplir el rol igualador y homogeneizador de clases, constituyendo en sentido amplio, escuelas públicas para pobres, escuelas católicas subvencionadas para clases medias y escuelas privadas para clases altas. En este contexto, cada año vamos problematizando los contenidos, métodos y objetivos de la educación, para llegar luego a la misma conclusión de partida. Este devenir cíclico nos envuelve entre fracasos y algunos logros que parecieran no dar suficiente resultado en la enorme exigencia que social e históricamente atribuimos al sistema educativo. Así, nunca damos abasto. Como efecto recurrente entonces surge la inquietud sobre cuál es el futuro de la educación. ¿Debemos seguir pensando la escuela? ¿Es posible pensar otras formas fuera de ella?
"De todo laberinto se sale por arriba" L. Marechal
Cuando hay crisis, algo no funciona y no se puede resolver, la salida es creando algo nuevo. Una nueva instancia, un nuevo espacio, una nueva metodología. La educación no formal (que más adelante redefiniremos como educación en organizaciones de la comunidad) existe hace largo tiempo y adquiere cada vez mayor trascendencia en la construcción de subjetividades y conocimiento. Sin embargo, son pocos los análisis, y reflexiones en los que se la pueda indagar desde un punto de vista educativo. En general se abordan desde una perspectiva organizacional o de desarrollo socio-comunitario por formar parte de una estructura institucional por fuera del Estado. En este sentido cabe mencionar que la Ley de Educación Nacional menciona entre sus objetivos promover experiencias de educación no formal que contribuyan entre otras cosas, a desarrollar capacidades en los planos del arte, la cultura, la investigación, la ciencia y el deporte. Sin embargo esta modalidad no forma parte aún de las que debe hacerse cargo. Es decir que existe todo un campo educativo por fuera de escuela que podemos problematizar y recorrer para descubrir nuevos horizontes que nos ayuden a caminar y transformar las diferentes desigualdades de nuestro tiempo.
En este sentido, la propuesta de este artículo es concentrarnos en los procesos educativos que se dan en las organizaciones comunitarias, dar cuenta de cómo son esos procesos, establecer dificultades y verter posibles soluciones con el objetivo de seguir pensando la educación y los posibles escenarios alternativos que la organización en sociedad nos ofrecen y que a veces no vemos con suficiente claridad.
Sobre la Educación No Formal (ENF)
“El aula es el patio, el jardín, el campamento, el club, la biblioteca, el trabajo con chicos, con títeres, con tantas cosas. Es el “aula grande”, es una gran responsabilidad, esa es la trama.” (Toubes, 2009)
Hace varios años la llamada Educación No Formal (ENF) viene desarrollándose con cierta intensidad. Espacios culturales, bibliotecas populares, asociaciones, clubes, han ido ampliando una estructura organizativa que permita pensarlas como instituciones educativas con cierta legitimidad1. En este sentido, Mariño y Cendales (2004) mencionan que “la situación de crisis por la que atraviesan la sociedad y la educación ha hecho complejo y ha ampliado el campo de la Educación No Formal; nuevos actores, nuevos escenarios, nuevas áreas de trabajo y nuevas demandas (…).”(p.10)
En las últimas décadas el crecimiento de este también denominado “Tercer Sector” ha sido notorio. Según datos oficiales de la base de datos del Centro Nacional de Organizaciones de la Comunidad (CeNOC), hasta 2017 hay registradas 17.254 organizaciones de la comunidad en todo el país (ver infografía). Asimismo, hay otras estimaciones que establecen que este número podría llegar a 100.000. Esta diferencia estaría dada por la informalidad que reviste gran cantidad de organizaciones, entendiendo por informalidad, el no registro ante la AFIP para la eximición de ganancias y fundamentalmente la no obtención de personería jurídica.
Cantidad de organizaciones registradas por provincia. Total país, 1995-2017.
Fuente: CENOC
Dentro de este sector hay diferentes tipos de organizaciones: asociaciones, fundaciones, cooperativas, ongs, bibliotecas, clubes, etc. En general, no todas desarrollan espacios de formación y enseñanza, y aunque presuponemos que la mayor parte sí lo hacen, esta información no es posible desagregarla con certeza de las fuentes oficiales de datos. A los fines de nuestro análisis, nos interesan las organizaciones de la comunidad que sí ofrecen actividades de enseñanza y que además se constituyen como organizaciones sin fines de lucro, que poseen un cierto grado de formalidad institucional y cuya propiedad es colectiva y autogestionada. Tomaremos la definición utilizada por el CeNOC de Organizaciones Sociales Reguladas (OSR) ya que nos parece la más apropiada.
Este tipo de organizaciones ofrecen una amplia variedad de talleres, desde actividades relacionadas con la cultura y el arte, hasta actividades físicas y otras relacionadas con la salud. En estos espacios, hay conocimientos que desde diferentes perspectivas y enfoques se ponen en juego en un tiempo, y en relación a sujetos que intercambian interpretaciones y actividades (dialogan) en sus distintos roles de educador-educando. Desde esta perspectiva y considerando que la educación es una “práctica social discursiva” (Cullen, C., 1997, p. 20) y una “práctica cultural productora de sentidos” (Graziano, N., 2007, p.7), podemos decir que estos son espacios deliberadamente educativos y que poseen una cierta una intencionalidad educadora evidenciada tanto por la estructura organizativa (distribución de tiempo y espacio, planificación, difusión) como por los sujetos que intervienen en el proceso (roles, planificación). Esto resulta fundamental para poder indagar acerca de las características pedagógicas particulares.
Características
Ahora bien, ¿qué nos interesa de los procesos educativos en OSR?
En primera instancia que el conocimiento que se pone en juego en estos procesos no sigue la lógica tradicional basada en una estructuración de contenidos y niveles, sino que se trata de una construcción individual y colectiva a partir de las actividades experimentadas en el espacio. Como si se tratase de la construcción de un saber en tiempo real, en el tránsito por la experiencia vivida. Es decir, el hecho de que el saber este entre-muros no necesariamente se conforma como idea central, sino que lo importante es el conocimiento que se construye en la experiencia. A partir de allí se van configurando relaciones distintas respecto de la utilización del tiempo, de las reglas, y del adulto. Este conocimiento que se construye se sostiene a partir de la intencionalidad educativa que subyace en el proceso.
Por otro lado el adulto que enseña se constituye como un facilitador y coordinador del espacio, básicamente porque no hay una disposición que le adjudique contenidos a enseñar que lo induzcan a posicionarse de otro modo. Pero esto no quita que enseñe los saberes propios de su disciplina. En general los profesores de los talleres son sujetos que poseen algún tipo de formación específica en la disciplina que enseñan, en su mayoría estudiantes avanzados de las carreras de formación. De esta forma, el “coordinador” se conforma como el sujeto que brinda el espacio para que algo suceda y no aquel que tiene la responsabilidad de que los alumnos aprendan un contenido específico.
Otro aspecto central en esta modalidad educativa es el organizativo tanto a nivel general como particular. Así, vemos que se organizan las clases en diferentes espacios físicos: patio, jardín, salón, hall. Incluso en algunos casos puede variar dependiendo del día. La disposición grupal más utilizada es la circular, en ronda. A nivel general, las clases se pueden extender, no hay timbres que marquen los descansos, ni formación en hilera antes de comenzar, ni saludos a la bandera. Todas estas situaciones posibilitan un posicionamiento corporal de mayor flexibilidad y crean dinámicas de clase muy distintas a las escolares.
Por último en relación a la evaluación de los aprendizajes, ésta se realiza a través de producciones (muestras y obras) donde se pone en juego lo transitado y aprendido durante el año, sin que esto implique una clasificación por notas o conceptos.
Dificultades
La principal dificultad que atraviesan los procesos educativos en organizaciones sociales reguladas es la falta de acreditación. Esta instancia, que es la que otorga el Estado como garante del derecho de enseñar y aprender es la que brinda la significancia social (legitimidad y legalidad) de haber aprendido los saberes propios de la disciplina enseñada.
En segunda instancia, si bien en la mayoría de los casos los educadores son sujetos con formación en la disciplina que enseñan, ésta puede no ser lo suficientemente amplia y con la densidad conceptual necesaria para presentarse frente a un colectivo de sujetos de diversas características, edades y contextos.
En tercer lugar, las diferencias en la constitución de las organizaciones y en su infraestructura constituyen escenarios distintos en la caracterización de los procesos y en la posibilidad de que puedan seguir desarrollándose tanto cuantitativa como cualitativamente.
¿Hacia la sistematización?
Comencé este artículo con la idea de dar cuenta de cómo son las experiencias de educación en organizaciones de la comunidad con un interés particular: considero que este tipo de experiencias son de una relevancia cada vez más significativa para la constitución de subjetividades que promuevan la transformación social, el pensamiento crítico y el desarrollo de lo humano como sustento de una sociedad menos desigual. A su vez considero que la modalidad de educación tradicional escolar está agotada y carece de capacidad de generación de nuevos horizontes en la construcción de conocimientos.
La intervención del Estado como garante de estos procesos implicaría su sistematización, regulación, control y supervisión. Pero ¿cómo resolvemos las dificultades de este tipo de procesos sin que esto implique la pérdida de propiedades, flexibilidad y características propias, es decir, sin que termine escolarizándose? ¿Cómo sostener la lógica de construcción de conocimiento, el rol del adulto que enseña, el aspecto organizativo, y los criterios de evaluación sin caer en las formas del orden escolar?
Para comenzar (y finalizar este artículo) una posible propuesta podría ser la elaboración de parte de los estados municipales en conjunto con las organizaciones, de un diseño de contenidos básicos sobre algunas disciplinas específicas que se consideren significativas, al cual las organizaciones puedan adherir voluntariamente para, de esta forma, poder expedir acreditación de saberes y recorridos. Pienso en las jurisdicciones municipales por cercanía territorial con las organizaciones y como una forma de descentralizar y descomprimir la tarea educativa de los estados provinciales encargados de la educación formal. Este diseño debería ser pensado a partir de una lógica que no considere niveles ni correlatividades en el sentido escolar, ni que copie ni se desprenda de diseños y experiencias propias del sistema formal, sino que se constituya en función de nuevas interpretaciones sobre el saber, sobre qué significa conocer, sobre cuál es el rol del docente en la actividad pedagógica, sobre los fines y caminos del acto educativo. En definitiva, un diseño construido sobre nuevas formas de pensar la educación que nos permita salir del laberinto, por arriba.
Bibliografía
Botta, N. (2002). “Aprendizaje organizacional en las organizaciones no gubernamentales: planificación y gestión, herramientas para la eficiencia.” Universidad de Buenos Aires. Facultad de Ciencias Económicas. Escuela de Estudios de Posgrado.
Cullen, C. (1997). “Crítica de las razones de educar”, Ed. Paidós
Fernandez, L. (1994). “Instituciones Educativas” Bs. As. Ed. Paidós
Graziano, N. (2007). “Información, saber, conocimiento: algunas precisiones y distinciones necesarias para el campo pedagógico” en “El malestar en la ciudadanía” Ed. Stella
Mariño, G. y Cendales, L. (2004) “La Educación No Formal y la Educación Popular: hacia una pedagogía del diálogo cultural”, s/l, Federación Internacional de Fe y Alegría. Toubes, A. (2009). “Una aproximación histórica al campo de la animación sociocultural”. En Itinerarios, Revista del ISTLyR, año 1 nro. 1, Buenos Aires.
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